CAPITAL HISTÓRICO CULTURAL

MONTALBÁN....CAPITAL HISTÓRICO-CULTURAL DE LA COMARCA "CUENCAS MINERAS"(Teruel).-
LEY 28/2002, de 17 de diciembre, de creación de la Comarca de Cuencas Mineras....
Art 2:" Capitalidad.1.La Comarca de Cuencas Mineras tiene su capitalidad en el municipio de Utrillas, donde tendrán su sede oficial los órganos de gobierno de la misma.
La capitalidad histórico-cultural tiene su sede en el municipio de Montalbán."

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lunes, 17 de marzo de 2014

LOS AMANTES DE MONTALBÁN, HISTORIA Y LEYENDA....EL HADA DE MONTALBÁN

Fuente informativa: Asociación Cultural Cuatrineros
Fotografías: A.C.Cuatrineros /Blog de Montalbán en fotos/ Ayto de Montalbán
Cuadro: Exposición de Colores y Vida, Antonio Irisarri


Os dejamos con una de las más apasionantes historias de amor jamás contadas........una de las leyendas que forman parte del rico patrimonio histórico montalbino....


LOS AMANTES DE MONTALBÁN
“Dña ALDONZA y D.BERENGUER

.
Los Amantes de Montalbán, oleo pintato por el artista montalbino, Antonio Irisarri.
Exposición de Colores y Vida


Cuenta la leyenda que D.Berenguer de Azlor, un bizarro caballero, que tanto se distinguiera por su valor en el ejercicio de las armas como por su ingenio en el de las letras, se acercó al Rey Alonso V de Aragón, y reverente, le pidió volver al Reino de Aragón, desde las bélicas tierras italianas. Y con su venia partió para Aragón.

En un palacio zaragozano, se encontraba encerrada la perla más hermosa que Zaragoza viera: Dña Aldonza de Entenza, encomendada al cuidado y tutoría del noble D. Jaime de Bolea, señor ya entrado en años y viudo. Le había acogido de niña. Jaime de Bolea estaba muy enamorado de ella, pero la bella Aldonza suspiraba por su ausente amor, D. Berenguer.

Un día de finales de 1443, mientras Dña Aldonza estaba orando ante el Sagrado Pilar, le dio un vuelco de amor su corazón. Un apuesto visitante había llegado, preguntando por D. Jaime de Bolea, era el valeroso caballero, D. Berenguer de Aldoz. Le pidió a D. Jaime que le entregara el amor de Dña Aldonza, pero D. Jaime le contestó que su amor era IMPOSIBLE. Sorprendio, D.Berenguer le preguntó por qué era imposible ese amor, contestándole que no eran los hombres los que se interponían entre ellos, era la FATALIDAD.

Le preguntó D. Jaime si estaba enamorado de su propia hermana, enseñándole unos documentos que parecía acreditaban esa realidad.

En la confluencia del rio Adobas, se encuentra encablada una villa, antes poderosa, hoy maltrecha, un lugar al que había llegado Rodrigo Diaz de Vivar, “El Cid, sobre el s. XIII, llamada Montalbán, y en un picacho, la Peña que recibe su nombre, donde al parecer descansó.
Allí pasaba largos días y eternas noches, Dña Aldonza, recluída por D. Jaime, para impedir su amor con D. Berenguer.

En este momento se une la leyenda del HADA DE MONTALBAN.....



Como hada del roquero castillo, habitábalo, a mediados del siglo XV, una enlutada dama, que, mientras la luz diurna se lo permitía, pasábase las horas contemplando, estática, el próximo y frontero castillo de la Encomienda. Y luego, cuando las sombras de la noche le impedían avizorar lo que parecía ser el objeto de sus ilusiones, la dama descendía de la Peña y, descompuesto el semblante, extraviada la mirada, suelta la cabellera, corría por entre los peñascos como genio de las sombras, como hada de los bosques... Y, atraída por el eco de las campanas que, a los caballeros religiosos del castillo-monasterio de la Encomienda, llamaba a la oración, la dama se acercaba al pie de la muralla. Y, allí, en el silencio de la noche, escuchaba con éxtasis la mística salmodia, que salía por los góticos pintados ventanales, y que mezclándose con sus sollozos, iba a perderse en el murmullo de las aguas del Martín.

Y, extinguido que era el cántico religioso, la dama regresaba a la hora de las tinieblas por entre bosques y peñascales, hacia su empinada residencia, huyendo de las gentes, si por acaso encontraba, exclamando: "¡Era mi hermano!... ¡Era mi hermano!"... Y la dama se encerraba en la fortaleza del Cid.

¡Desdichada doña Aldonza!... ¿Por qué llevaba vida tal?... ¿Por qué aquel castillo frontero era atractivo de su existencia?... ¡Ah! Aunque el enamorado doncel, Berenguer de Azlor, tratara de borrar las huellas de la suya, tras la rota de su corazón, supo al fin la de Entenza que el que fue predilecto de su alma, era, un día, caballero profeso de la Orden de Santiago, con voto de castidad, en la Encomienda de Montalbán.


Después de largos años prolongó así su existencia  la desdichada Aldonza...

Un día, al caer la tarde, cuando el sol lanzaba sus postreros rayos sobre la Peña del Cid, inundando, a la vez, de resplandores el picacho de Montalbán. Aldonza descendía de la montaña hacia el castillo de la Encomienda... ¡Qué huella habían dejado las penas en su belleza virginal!... ¡Pobre azucena, marchitada por las furias del infortunio!... ¿Qué glorioso influjo guiaba a la pobre Aldonza hacia el santo lugar?... Pasando la muralla por la solitaria puerta de Santa Engracia, llegó al pórtico del templo, y, vacilante, se detuvo...
Las sombras de la noche ya invadían su interior; y un silencio sepulcral denunciaba la soledad absoluta...
Y entró... A la luz de una lámpara blanquecina y temblorosa, Aldonza, impaciente recorrió la iglesia buscando, buscando... Al fin, halló una recia puerta, empujó y descendió a la cripta... Allí estaban los sepulcros de los Caballeros de Santiago. (Todo ello, con la iglesia -que luego fue restaurada- desapareció en la guerra de la Independencia.) Una débil lámpara que iluminaba la imagen de un Santo Cristo, sobre un sepulcro, hízola detenerse, y leyó un nombre: "Berenguer de Azlor"... Alzó la dama sus ojos, con extraña, plácida sonrisa hacia la imagen del Salvador, e impulsada por inexplicable fuerza ascendió al camerín, abrazóse al Santo Cristo, cubrió su rostro de lágrimas y Aldonza desprendióse bruscamente, cayendo exánime sobre la tumba de Berenguer...

Cuando los sirvientes de la iglesia reconocían ésta para cerrar, hallaron a doña Aldonza rígida y yerta como una de esas estatuas yacentes que adornan los panteones.
Y allá mismo dicen que fue sepultada la errante dama, bajo esta inscripción:

Aquí reposan, juntos en la muerte,
los que tanto se amaron en la vida.
¡Dios piadoso les dé buena acogida,
ante su infausta suerte!



Atravesaba el claustro  del grandioso convento de San Francisco -víctima de las bombas francesas, como tantos otros monumentos de Zaragoza- un fraile de noble semblante y cabeza cana, bajo cuyo tosco sayal, adivinábase, en andares y actitudes, cierta distinción aristocrática...
Y alguien, al verlo, recordó:
Ah! ¡Sí! Aquel noble prócer, tutor de una hermosa doncella, que, enamorado de sus encantos y no pudiendo hacerla suya, impidió que fuese de otro, fingiendo -hasta con falsos documentos- que entre éste y la dama mediaba un impedimento de hermandad.
-¿Don Jaime de Bolea?...
-¡Así se llamó en el siglo!
Las misiones de Marruecos atraían, entonces, a los más fervorosos apóstoles de Cristo... La nave atravesaba el estrecho... Una horrible tempestad hizo que el mar se tragara la nave... Con ella se hundió, el último, abrazado a un Crucifijo y gritando: "¡Perdón, Señor, perdón!", el P. Jaime de Bolea.
Dr. G. García-Arista
Académico c. de la Española y de la Historia (1935)



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